Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial
Se aproxima el cuarto de siglo desde la última vez que los vieron y una pregunta persiste: ¿es posible que seis personas desaparezcan sin dejar rastro? Con el paso del tiempo, ha quedado claro que los seis integrantes de la familia Gill fueron víctimas de un crimen, y las sospechas apuntan a un solo culpable.
El juez Oscar Rossi ha autorizado un allanamiento para realizar una revisión ocular en el campo La Candelaria, donde vivía y trabajaba José Rubén Gill, de 56 años, junto a su esposa Margarita Norma Gallegos (26) y sus cuatro hijos: María Ofelia (12), Osvaldo José (9), Sofía Margarita (6) y Carlos Daniel (2).
A solicitud del abogado Marcos Rodríguez Allende, recientemente incorporado a la investigación en representación de la familia, se llevará a cabo una inspección en el campo ubicado en Crucesitas Séptima.
El objetivo es que peritos científicos realicen un relevamiento para delimitar coordenadas geográficas, a fin de establecer con precisión, mediante georreferenciación, la ubicación del terreno rural, utilizando imágenes aéreas y terrestres de alta calidad y tecnología actual con drones. Igualmente, se registrarán imágenes de caminos aledaños, así como de accidentes geográficos naturales o artificiales, tanto internos como circundantes, como arroyos, tajamares y cañadas.
La intervención está programada para el 12 de noviembre, y posteriormente, los peritos de la policía científica deberán presentar un informe detallado, planimetría y croquis al juez Rossi.
El objetivo es detectar posibles movimientos de tierra en la estancia y áreas adyacentes, donde podrían encontrarse evidencias de un crimen múltiple, admitieron fuentes de la investigación a Página Judicial.
El sospechoso
Los seis miembros de la familia Gill fueron vistos por última vez el 13 de enero de 2002 en un velorio en Viale, a unos treinta kilómetros de su estancia. Desde entonces, no han aparecido en registros oficiales ni migratorios, no tuvieron trabajos registrados ni los niños fueron inscriptos en ninguna escuela. Tampoco se detuvieron ni se presentaron a votar.
Los familiares se enteraron de la desaparición tres meses después, cuando Alfonso Goette, el patrón, se presentó en la casa de Luisa Gill, hermana de José, preguntando por ellos. Les dijo que habían salido de vacaciones y que no regresaron; sugirió que podrían estar en casa de unos parientes en Santa Fe o que tal vez habían viajado en busca de trabajo al norte.
Sin embargo, la familia siempre lo señaló como sospechoso y no creyó que se hubieran ido por su propia voluntad. En la casa, un galpón de la estancia, quedaron sus muebles, electrodomésticos, documentos y ropa; además, Margarita dejó sueldos pendientes en la escuela donde trabajaba como cocinera.

No obstante, el juez Jorge Sebastián Gallino, quien fue el primero a cargo de la investigación, siempre creyó en la versión de Goette: que se habían ido. Recién un año y medio después de la desaparición, ordenó la primera inspección en la estancia, sin obtener resultados.
En los años siguientes, se realizaron relevamientos, rastrillajes, excavaciones y controles de fronteras, además de recoger testimonios. Sin embargo, no surgieron nuevas pistas. Se obtuvieron muestras de sangre en la casa donde habitaba la familia, las cuales fueron analizadas en un laboratorio de Buenos Aires. Los resultados mostraron que tres de las muestras eran de sangre humana, pero no coincidían con el patrón genético de los Gill, aunque los peritos señalaron que podrían estar contaminadas por el tiempo. Una vez más, la investigación no arrojó resultados.
Goette falleció en un accidente el 16 de junio de 2016. Se dice que tras la desaparición de la familia Gill, solo perdió la calma una vez: cuando una voz anónima le advirtió por teléfono que habían hallado los cuerpos. Colgó y recorrió, a toda velocidad, los treinta kilómetros que separaban su casa, en Seguí, de la estancia La Candelaria, en Crucesitas Séptima. Una vez allí, se mantuvo a distancia observando con evidente nerviosismo. Nunca supo que un policía había sido enviado a seguirle la pista y lo observaba con binoculares desde un campo cercano.